Presentamos un documento
caligráfico de excepción.
Se trata de una carta escrita
hacia 1790 desde una mazmorra de la Prisión
italiana de Saint Leo por un cautivo condenado por la Inquisición. Es una misiva desesperada dirigida a su
esposa a la que expone su cada vez más penosa
situación, le conmina a que ruegue a Dios por
su alma, expresa que su último consuelo
es el deseo de morir en sus brazos y finaliza
con un lapidario: “Tu esposo infeliz
que te ama muriendo”.
¿Debería
conmovernos? Sin duda parece sincera.
No obstante procede
del puño de uno de los personajes más controvertidos y misteriosos de todos los tiempos, para la mayoría un auténtico farsante: Cagliostro.
El análisis grafológico
de Max Pulver.
A pesar de haber sido encumbrado y defendido por la masonería, el análisis de Pulver incluye a Cagliostro (como hace con Rasputín) en la categoría de los impostores poco nocivos en cuanto autores de “engaños
piadosos”.
La escritura atáctica con interrupción
en los trazos, las repetidas torceduras y formas chafadas, que son propias de una
edad no muy avanzada pero deteriorada por el precario estado de salud, evidencia
el estado psicológico en el que ha sido escrita la carta.
Ser católico y masón estaba castigado
con la pena máxima. Excomulgado y condenado al patíbulo, a Cagliostro se le
conmutó la pena por una reclusión de por vida.
La angustia de
saberse enterrado en vida aflora sin duda en la propia evolución dramática de lo
escrito. Como señala Pulver, Cagliostro intenta en vano dominarse enderezando
algunas palabras. Inicialmente “conserva la posición recta y prudente…va en
aumento la tendencia destrógira y finalmente, se lanza fuera sollozando…al
pecho de la persona a la que va dirigida la carta”.
Pero
¿quién era realmente Cagliostro?
"He tenido muchos nombres. ¿Qué es un
nombre?"
Giusseppe
Balsamo había nacido en 1743 en una familia pobre de Palermo. No le gustaba
estudiar con los frailes aunque la química se le daba bien. En Roma se ganó la
vida como buhonero y falsificador. Se casó con Lorenza Feliciani cuya belleza
utilizaba de reclamo sexual
en sus
numerosos fraudes. Huidos de Italia deambularon por Europa durante diez años
reapareciendo en
Londres como falsos condes.
El
ingreso del conde Cagliostro en una logia masónica de la que fue elegido gran
maestro le permitiría viajar por las cortes de toda Europa ganándose su favor.
En Estrasburgo sanaría milagrosamente al Cardenal Luis de Rohan, individuo arrogante
pero sugestionable, que, a consecuencia de su ambición política fue el único primo
del timo más sonado de la época.
Su
amigo Balsamo, que le había aconsejado en el escandaloso asunto, acabó también
en la cárcel. A pesar de ser absuelto, su estancia en la Bastilla resultó fatal
pues, en su ausencia, sufrió la delación de la condesa, después recluida en un
convento, que acabó revelando la condición
de masón del conde.
Cagliostro el iluminado.
Pulver no puede ser
inmune a semejante historial que necesariamente ha de manifestarse en el único
resto material de su personalidad. Quiere ver más allá de este fruto literario
del cautiverio. No quiere dejarse embaucar por la fuerza y el encanto de
Balsamo. Quiere desenmascarar al hombre.
¿Cómo no prevenirse
frente a alguien que fechaba su documentación en el año 5.000?
La presión en los
trazos demuestra una gran fuerza vital y la frecuencia de formas apuntaladas
evidencia la “necesidad de fanfarronear”, de una exagerada confianza en uno
mismo, de una “ambición indómita, tal como lo encontramos a menudo en los
artistas y en los hipnotizadores que se presentan ante el público”.
Para Pulver “bajo la capa triste de su sollozo sin
remedio, no vive quizás una personalidad relevante, pero sí un hombre que el
lenguaje popular suele llamar "un tío estupendo"”.
La claridad de su escritura es sólo
aparente, pues la existencia de fragmentos poco legibles y el cambio de vocales
y consonantes obedece a un deseo inconsciente de engañar.
No olvidemos que Cagliostro
presumía de convertir el plomo en oro, duplicar el tamaño de los diamantes o
curar con sus elixires milagrosos.
Reproducía el
lenguaje de los ángeles por ventriloquía o lo escribía sobre el agua, Como
médium se comunicaba con los muertos y conocía las prácticas ocultistas de los
egipcios.
Se jactaba de haber
conocido a Moisés, a Salomón, haber sido discípulo de Sócrates y charlado con
varios emperadores romanos.
Según el mismo relataba, caminó junto a Jesucristo a orillas del lago Genezaret
y fue invitado a las bodas de Canaán, considerándose
nada menos que sucesor de los profetas Enoch y Elías.
Sin embargo, por encima de esta sarta de despropósitos, su ardid más elaborado fue la construcción de “un
sistema potente de logias en el centro de Europa. Y así se transformó este
charlatán en el gran taumaturgo que asombraba medio mundo. El dinero le llovía
ahora a manos llenas a este milagrero y curandero” pues todos querían ávidamente
participar de sus secretos a cualquier precio.
Cagliostro hizo uso de numerosos
nombres falsos, de títulos falsos como el de “Conde” o “Gran Copto” del rito masónico
egipcio, inventado por él mismo al frente de cuya rama femenina situó convenientemente
a su mujer como “Reina de Saba”.
Respecto a las alcahueterías
cometidas con ella, Pulver puntualiza que la “amaba a su manera a pesar de
explotarla y corromperla de un modo vergonzoso”.
Cagliostro
falsificador.
Balsamo cometió innumerables fraudes
desde edad bien temprana (se dice que llegó a robar los cepillos de las
iglesias) falsificando bonos,
billetes y testamentos algunos tomados por auténticos en los tribunales.
La oscilación en el grado de enlace
confirma que Cagliostro era perezoso pues para Pulver “es incomprensible que ni
sus conocimientos de química y alquimia ni las curas de rejuvenecimiento” (su
mujer afirmaba con astucia tener 60 años gracias a esas curas cuando en
realidad contaba con solo unos veinte) ”ni las sesiones hipnóticas y los
almuerzos con los espíritus le produjesen dinero suficiente para satisfacer las
necesidades de su estado”
Su gusto por las artes gráficas, se
manifiesta en el empleo de la pluma ancha de ganso, saturando el trazo mediante
el empleo de rasgos antiguos de estilo rococó que traslucen modelos ingleses o
españoles.
No podía ser de otro modo pues
Cagliostro era un excelente calcógrafo capaz de reproducir un dibujo a pluma de
Rembrandt para venderlo como auténtico o de copiar la firma del mismísimo
Cassanova sin que éste fuera capaz de diferenciarla de la propia.
Además de convivir largo tiempo con un
falsificador, Marchese dÁgliata, que le proporcionó algunos diplomas falsos se
codeó con la falsificación de altos vuelos: Villete el “especialista en materia
grafica de la banda de ladrones de Madame de la Motte” que escribió las cartas
falsas de Maria Antonieta al Cardenal de Rohan.
Algunas
preguntas.
Llegados a este punto podemos plantear
numerosas cuestiones. Algunas, como el por qué un hombre de sus capacidades artísticas
las oriento hacia fines tan aviesos, son respondidas por la lógica aplastante de Pulver cuando señala:
“El paso de copista falsificador es
tanto más fácil cuanto que ambos se sirven de los mismos talentos, incluso
tienen que emplear la misma escrupulosidad formal para realizar un trabajo de
valor. El talento que puede transformarse en seductor y la escrupulosidad no
son, pues componentes auténticos de la conciencia; uno puede ser concienzudo
sin tener conciencia.
El parecido profundo entre el
conocedor experto y el imitador, por una parte, y el falsificador perfecto, por
otra, consiste en el carácter ambivalente, que lleva en sí el interés y el
empeño. La habilidad y el interés pueden llevar a la imitación y lo forma sólo
la mentalidad de la persona que decide por el lado moralmente permitido o
prohibido”.
Otras
muchas, como por qué
este
iluminado en tiempos del “Iluminismo” y del “Imperio de la Razón” gozó de una
popularidad sin igual o acabó pudriéndose en la cárcel acusado de francmasón y
no de falsedad tienen una difícil respuesta.